Los transeúntes andaban por la calle frente al edificio. Nadie esperaba que cayera desde tan alto y todos soltaron un sonoro alarido cuando sucedió. Cayó sobre la cabeza de un canillita y salpicó a la gente a un radio de cinco metros. Fue horrible. Los niños pequeños no piensan cuando están en el balcón de un duodécimo piso. No les importa nada, ni siquiera la vida. Sólo sacan sus penes y empiezan a orinar a la calle.
(Mil disculpas por no postear el día de ayer)
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