martes, 24 de mayo de 2011

Fábrica

La señora Mori regresó con la caja casi llena. Sólo había podido vender cuatro bombones, todos por lástima de la gente. Los niños descansaban de las tareas frente al televisor. Ya estaban comidos y bañados, listos para ir a la cama. Al entrar al cuarto, la señora Mori tuvo que caminar con cuidado para no derribar ninguna de las pilas de cajas que llenaban su cuarto y que representaban toda la liquidación de su marido. Nada de dinero, sólo eso. Esa madrugada, sin poder conciliar el sueño como sucedía últimamente, la señora Mori miró por la ventana y suspiró. Millones de bombones caían como lluvia del cielo.

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