Felipe despertó con el firme propósito de hacer que su vida cambie al fin. Se subió al mismo micro de todos los días, sonriendo mientras pensaba en todas las cosas que haría a partir de ese día hasta que se muriera: vivir un año frente al mar, escalar montañas, aprender a cocinar, emborracharse hasta el hartazgo. Sonrió a Alicia al verla como todos los días y supo que en cuanto todo cambie, él le confesaría su amor y serían muy felices. Escogió el pollo a la leche, como cada martes, seguro de que sería el último martes en que tomaría esa decisión. Presentó el informe trimestral mientras en la ventana podía observar a un hombre como él, de treinta y cuatro años, montado en una patineta. Decidió que él también haría eso. Volvió a casa. Preparó leche con un poco de café para poder recaudar fuerzas para la nueva y maravillosa vida que se le venía por delante. Se acostó pensando que, como hace una semana, su martes había sido exactamente igual a los martes anteriores en los que se despertó con el firme propósito de que su vida cambie al fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario