lunes, 30 de mayo de 2011

Una noche muy helada...


Cinco raspadas y la huevada no encendía. Miraba a los lados para comprobar que nadie lo viera. Diez raspadas en el tiempo en que cualquiera habría hecho cuatro. Estaba en plena vía pública. Era cierto que no había nadie alrededor que sospechara de él, pero sentía que hasta sus padres y amigos lo vigilaban. Veinticinco raspadas habían irritado la yema de su pulgar derecho. En medio de esa noche de invierno, el revolucionario improvisado se dio cuenta que esa imitación de Zippo jamás lo ayudaría a volar el edificio principal del Banco Estatal.

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