miércoles, 13 de abril de 2011

Una Vez Soñé acerca del Fin del Mundo

La mayoría de la gente hacía cola para confesarse. Nadie dijo nada pero todos sabían que el mundo se acabaría en cualquier instante. Desde que lo supieron las iglesias estaban abarrotadas. A Filiberto y a toda la gente a su alrededor no le quedó otro remedio más que confesar los pecados al del costado. En la capilla se escuchaba un murmullo general, ininteligible, algunos llantos y uno que otro grito. A pesar de las barbaridades que escuchó de su compañero de confesión, Filiberto sentía que era su deber perdonarlo y creyó que no hacía falta confesarle nada. Salió de la capilla en dirección a su casa. Todos lo saludaban con alegría y él contestaba con el mismo ánimo. No entendía por qué todos estaban tan felices de que todo se acabe, pero el compartía ese sentimiento. Al llegar a la puerta de su casa se acabó el mundo. No hubo una explosión, un rayo de luz en el cielo ni un sonido agudo, se acabó y ya. Filiberto no sentía nada, decir que se veía blanco o negro, es sentir algo. No había ruidos, olores, sabores ni sensaciones en el tacto. No había recuerdos ni ideas de ningún tipo, tampoco la sensación de que una eternidad así iba a ser aburridísima.

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