Era la quinta vez en la noche que Donato repetía esa canción. Sus amigos estaban hartos y ya no les importaba que el muchacho tenga el corazón destrozado. Todos en la sala se peleaban por ver quién lo mandaría a volar. Nadie se atrevía luego de lo que intentó hacer con la navaja. Se turnaban para animarlo, le contaban chistes y le ofrecían presentarle chicas. Donato se negaba y entraba a la sala a repetir la canción y servirse otro vaso de Jack Daniel’s puro. Había escuchado Heart of Glass unas ciento veinte veces desde que cinco días atrás su mamá botó a la basura su póster de Debbie Harry.
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