jueves, 16 de junio de 2011

Acuarela


Los informes no paraban de llegar a la oficina de Gil. Entraban por una rendija en la puerta y llenaban el helado piso. Se podían oír los gritos del jefe retumbando por todo el lugar. Todo paró a las cinco en punto de la tarde; los papeles y los gritos. A esa hora, la oficina de Gil empezó a temblar.  El piso bajo los papeles parecía deslizarse junto con las paredes. Gil vio que el techo se abría. Afuera, su gigantesco jefe cogió el engrapador que había sobre su escritorio y lo aventó dentro del cajón, aplastando con él el cuerpo de Gil.

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