martes, 28 de junio de 2011

Dos a la Infinita Potencia


La pasión los había llevado al momento más vertiginoso de la noche. Atrás quedó la lentitud del primer abrazo en el cine a las ocho de la noche. El primer beso en el parque a las diez y diez. Las manos tomando la forma de sus músculos bajo la piel a la diez y cincuenta. La lengua bajando por el cuello en el asiento posterior del taxi a las once y cinco. Por fin, a las once y cuarto, la velocidad les desgarró la piel. Los huesos chocaron. Devoraron sus corazones pero ninguno murió. Por el contrario, vivieron para siempre.

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