martes, 14 de junio de 2011

Pégale, pégale que ella fue

A cincuenta metros, la separación entre el cable rojo y el cable negro era imperceptible. Nadie a esa distancia podía divisar cuál elegiría Miranda. El rojo. El edificio estaba vacío. El negro. No había más tiempo para analizar la bomba. El rojo. Debía cortar uno de los dos rápido. El negro. “Nunca te decidas por un cable y cortes otro a último momento. No estás en una película”. El rojo. “Un amigo intentó cortar los dos cables al mismo tiempo. La velocidad de la luz lo cagó”. El negro. Raúl Miranda Cabanillas de veinticinco años. El negro. No. El rojo. Dos hijos, un varón de cinco y una bebé de un añito. El negro. El rojo. Sí. El rojo. Fue el rojo. Sus compañeros se miraron largo rato. La alegría no podía ser completa. Raúl era el único en desaprobar la prueba final para acceder al cuerpo antibombas.

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